By: Mario Matamoros
Arquitecto investigador
Matamoros Arquitectura y Paisajismo
Academia Nacional de Ciencias de Honduras
Desde 2009, los índices de violencia de Honduras se elevaron de manera sustancial lo que ocasionó que, entre 2011 y 2016, fuese considerado uno de los 10 países más peligrosos del mundo. De igual manera sus dos principales ciudades ––– Tegucigalpa y San Pedro Sula ––– fueran catalogadas como las más peligrosas del mundo. Tanto los efectos del golpe de estado de 2009 como la aparición de los carteles mexicanos como nuevas potencias de la droga provocaron una serie de condiciones internas resultando en un desequilibrio en las estructuras de poder del país; un crecimiento en el desempleo formal y un aumento de la actividad delictiva. Honduras se convirtió en un nuevo canal para transportar la droga de Colombia a Norte América. Tal como lo indica Pérez, el 80% de la droga que llegó a México en 2016 cruzó por Honduras. Además, se calcula que el 11% del PIB del país en 2013 se relacionaba con la venta y tránsito de la droga. Esto ha transformado al territorio hondureño, sus ciudades, sus instituciones y empresas en elementos logísticos para el traslado y venta de droga. El narcotráfico se ha insertado en cada nivel y estructura del país a tal grado que en octubre de 2019, una corte del condado sur de Nueva York encontró culpable de narcotráfico, lavado de activos y posesión ilegal de armas al hermano del actual presidente hondureño. Más aún, los grandes carteles mexicanos se han aliado con el crimen organizado del país ––– las maras––– para facilitar la venta, distribución y manejo de la droga. La creciente actividad del narcotráfico trajo entre otras cosas, un incremento en los índices de violencia y homicidio en el territorio hondureño, alcanzando un total de 4388 personas asesinadas en Tegucigalpa entre 2013 y 2018.
Ver mapa de incidentes delictivos registrados por SEPOL aquí.
El Merriam Webster Dictionary define a la violencia como cualquier acto de lesionar, abusar, dañar o destruir a alguien o algo. Sus formas son variadas y se traducen tanto a las agresiones físicas realizadas a seres vivos como al daño material de propiedad pública o privada. En el caso particular de Tegucigalpa, la forma más común de la violencia entre 2015 y 2017 fue el homicidio, representando un 81% de los casos según el sistema estadístico policial de Honduras. De igual manera se evidenció un incremento en los feminicidios pasando de 12% a 14% de los casos entre 2015 y 2017. Otro aspecto preocupante de las estadísticas que existen sobre la violencia producida en Tegucigalpa en 2016 es que se desconoce el motivo de más de la mitad de los casos, los cuales ascienden a 561. Aun cuando no hay suficiente evidencia para determinar los motivos de violencia, se observa que los demás homicidios ocurrieron en gran medida por el crimen organizado y el narcotráfico (sicariato, crímenes relacionados a la venta de droga, crímenes cometidos por pandillas y extorsión) lo cual sugiere que los 561 casos cuyo motivo es desconocido podrían estar vinculados a estas actividades. Por último, el Observatorio de la Violencia indica que, el 81% de los casos se produjeron en el ámbito público.
"Aun cuando una buena parte de los urbanistas sugieren que proveer de espacios públicos es suficiente para reducir la violencia, muchos carecen del estudio de factores externos como el narcotráfico, el crimen organizado y otras nuevas formas de violencia"
Aun cuando una buena parte de los urbanistas sugieren que proveer de espacios públicos es suficiente para reducir la violencia, muchos carecen del estudio de factores externos como el narcotráfico, el crimen organizado y otras nuevas formas de violencia que están sucediendo en la ciudad latinoamericana. Cuando se analizó la relación entre los homicidios ocurridos entre enero y marzo de 2017 en Tegucigalpa con la ubicación de los espacios públicos, se encontró que un 37% de los casos se registró dentro o en el área de influencia de estos. Una cifra tan significativa no puede ser ignorada, más aun, sugiere que el problema de la violencia necesita un estudio más profundo sobre la interrelación de los factores externos como el narcotráfico con la forma del ambiente construido, los usos de suelo y la logística de la movilidad, entre otras. A este respecto, se diseñó una investigación centra su interés en la relación que tiene el medio construido con las formas de violencia producidas durante el 2017.
El estudio consistió en cinco fases en las que se obtuvieron los siguientes resultados:
- La violencia estructurada a partir de la logística y el transporte. Tegucigalpa es el principal nodo que conecta los distintos puntos cardinales del país; sus principales vías estructuran la ciudad por que se conectan con las carreteras que conforman el sistema logístico nacional. Esto facilita la actividad de transito de droga y focaliza la producción de violencia en las salidas de la ciudad, en mayor grado en las salidas hacia el noroccidente (hacia Guatemala) y oriente del país (hacia Nicaragua) y en menor grado al sur del país ya que la carretera panamericana no cruza Tegucigalpa para llegar a El Salvador. Además, como la ciudad esta estructurada a partir de las vías principales, las pandillas han controlado los sistemas de movilidad, extorsionando a las empresas de transporte y cometiendo actos delictivos en las áreas de influencia de las paradas y puntos de transporte. Esto se ve reflejado en la alta incidencia de actos delictivos ocurridos en 2017 en donde un 81% de los casos sucedió a 500 metros o menos de un punto de transporte.Además, los grandes nodos comerciales de la ciudad también se centran a lo largo de las vías estructurantes de la ciudad, lo cual es sumamente conveniente para el modus operandi de las pandillas.
- La violencia y las nuevas formas de control del territorio. Se encontró que un 77% de los incidentes sucedieron en zonas controladas por las maras (pandillas). A pesar de que las maras se asentaron en un inicio en barrios marginales y en áreas económicamente desfavorecidas, su permanencia en estas zonas se podría relacionar con su posición estratégica con respecto a las carreteras y las vías estructurantes.
- La violencia por disputa de los puntos logísticos. El 41% de los casos de violencia (289) ocurridos en 2017, sucedieron en zonas de disputas de pandillas. De los 25 puntos de disputa, los 3 más grandes ocurrieron a inmediaciones de universidades y el resto en puntos y sistemas de transporte. La violencia se produce por el control de los puntos que facilitarían el traslado y venta de droga, como también de otros sistemas de financiamiento (extorsión del transporte y comercio).
- La (in)efectividad de las medidas tradicionales de seguridad. Sin fundamento científico y como parte de un estigma social, se ha relacionado los niveles de violencia con la diferencia de estrados sociales; con la presencia o ausencia de cuerpos policiales, con la presencia o accesibilidad a espacio público y con el aislamiento selectivo (gated communities). Normalmente se vincula los niveles de violencia con los sectores más desfavorecidos, sin embargo, al cruzar los asentamientos informales con los crímenes ocurridos se encontró que solo el 8.4% de los casos sucedieron ahí. Esto significa que la violencia no tiene una relación directa con la pobreza extrema.
Por otro lado, la presencia y cercanía de estaciones de policía no ha garantizado la disminución en la producción de violencia. Un 89% de los casos ocurridos se encontró dentro de los radios de cobertura de las estaciones de policía existentes.
Sorprendentemente, un 38% de los actos de violencia se registró en, o a inmediaciones del espacio público. Aun cuando el estado ha invertido desde 2014 en medidas preventivas como la construcción de nuevos parques, estos siguen concentrando un alto porcentaje de acciones de violencia.
Por último, la medida adoptada por las autoridades municipales en cerrar los vecindarios bajo la figura de barrios seguros podría ser considerada erróneamente como exitosa ya que solo registran el 3.91% de los casos de violencia. Sin embargo, cuando se analiza la distribución geográfica de los barrios seguros, se encuentra que estos se ubican en las zonas menos densas e importantes para el traslado y venta de drogas.
A pesar de que la provisión y distribución de los equipamientos urbanos y colectivos como espacios públicos, estaciones de policía y otros han sido útiles para reducir los niveles de violencia, nos encontramos con un nuevo modelo de crimen organizado y sus inherentes formas de violencia que son hasta cierto grado, independientes de la existencia y presencia de estos equipamientos. Si tomamos en serio las palabras de Claire Lyster “la logística no solo compite sino reemplaza al espacio público de nuestros tiempos”, debemos desarrollar nuevos instrumentos y acciones que orienten y planifican el control de la logística de la ciudad. Esto representa un cambio de paradigma en la planificación urbana girando su atención a la planificación de lo logístico y de los nuevos bienes comunes.
Como se pudo apreciar en la investigación, la estructura urbana y sus elementos infraestructurales permanecen como vectores importantes en la producción de violencia, sobretodo los sistemas de transporte y la ubicación de nodos importantes como mercados y universidades. Lo anterior sugiere que se debe profundizar sobre otros aspectos hasta ahora invisibles en la planificación urbana y que, no obstante, presentan evidencia sustancial de influir en las formas de violencia.